Separarse de un Enfermo Mental: Guía Completa y Consejos

Separarse de un enfermo mental puede ser doblemente complicado, por un lado la ruptura y por otro lado la gestión con el cónyuge que padece una enfermedad de salud mental.

De hecho, los problemas de salud mental no solo complican la gestión del divorcio, además pueden incluso ser un factor que condiciona el origen del divorcio. Mantener una relación de pareja y matrimonio con una persona que por desgracia padece un problema de salud mental necesita una especial dedicación. Por muy fuerte que sea una relación, los efectos derivados del problema de salud mental pueden poner al límite la relación pues pueden existir comportamientos disfuncionales difíciles de gestionar y que precipiten la necesidad de separación.

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Entender la Enfermedad Mental

Entender la enfermedad mental no es sencillo. El divorcio y la enfermedad mental suele estar relacionado cuando el problema de salud mental afecta a uno de los cónyuges y su comportamiento y actitud.

Es una patología y por tanto no tiene la resposabilidad de padecerla, no hay que culpabilizar ni reprochar, sino aceptarlo y reforzar con apoyo al que es nuestro cónyuge y, aún con el divorcio, debe de mantenerse una relación de afecto y respeto por encima del estado sentimental concreto de cada momento.

Hay que entender a la persona que sufre el problema de salud mental, pero también a su cónyuge, hijos y todo el entorno, pues las dificultades afectan directamente a quien lo padece pero indirectamente a todos los allegados.

Consideraciones Legales

Las obligaciones y derechos en divorcio con enfermedad mental son los mismos que cualquier otra ruptura. Lo que puede existir es una valoración de si existe una plena conciencia para la toma de decisiones. Los derechos son los mismos, pero respecto de los hijos comunes pueden existir medidas restrictivas en los casos en los que se considere que puede existir un riesgo o peligro potencial para los menores.

Además, se debe de valorar de manera periódica la situación para adaptar las medidas establecidas que pudieran, en su caso, ser necesarias en caso de mejoría o empeoramiento de la situación, principalmente respecto de los cuidados de los hijos comunes menores.

Protección de los Hijos

La protección de los hijos en procesos de familia requiere análisis exhaustivo de las consecuencias derivadas del estado de salud mental. No debe de ser necesariamente impeditivo, pero hay que ser garantistas y por encima de los derechos del progenitor o progenitora se debe de priorizar la protección de los menores.

Es muy importante que los progenitores se relacionen con los hijos, pero deben de valorarse las oportunas medidas de apoyo y refuerzo que compatibilicen que el padre o madre que padece una enfermedad de salud mental pueda seguir estando en compañía del hijo común, pero que los cuidados se efectúen de manera conjunta con un PEF o persona o familiar que pueda cerciorarse de que el problema de salud mental no afecta a los hijos si existen dudas de que por su problema pudiera haber una mala reacción que pudiera desproteger a los menores.

El equilibrio no es fácil, pues hay que tratar de integrar a todos los miembros de la familia sin que el problema de salud mental sea el determinante que condicione las relaciones familiares. Ahora bien, esto será posible en la medida en la que no exista una exposición a un peligro o desprotección potencial a los hijos comunes, que será lo que hay que valorar caso por caso para tomar las medidas procedentes.

Documentación Necesaria

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Documentación Necesaria

La documentación necesaria es la misma que para cualquier otro proceso de familia. A pesar de ello, en función de la gravedad e incidencia del problema de salud mental, habrá que dejar constancia de la situación en el convenio regulador, establecer las oportunas medidas y aportar el documento que así lo acredite. Es un tema delicado pues por un lugar colisiona el derecho a la intimidad y protección de datos que tiene una especial repercusión en las cuestiones médicas, pero por otro lado la protección de los menores, que en un proceso de familia es preferente. El bienestar de los menores constituye el bien jurídico más digno de protección.

Apoyo Profesional

En una ruptura, cómo lidiar con un enfermo mental en el divorcio suele ser una preocupación recurrente. Hay que llevar el oportuno control con las revisiones periódicas que marquen los especialistas.

Una gran dificultad en estas situaciones es cuando no se tiene consciencia del problema y no se efectúan los tratamientos o pautas médicas de manera escrupulosa y estable.

El apoyo profesional es clave, pero al ser personas adultas no puede obligarse a una persona a recibir un determinado tratamiento. De hecho, incluso en el caso de que la persona acepte tratarse, no existe garantías de que se va a tomar la mediación o seguir las pautas médicas.

Consejos para Manejar la Situación

Los pasos para divorciarse de un enfermo mental son los mismos que los de cualquier otro procesos. El mejor consejo es que se ponga en el lugar de él o de ella.

No hay que aguantar todo, pero si ser especialmente sensible a la situación. No se puede juzgar con prejuicios el comportamiento de una persona que no puede controlar una parte de sí mismo o misa debido a la patolgía. Podría ocurrir con cualquier tipo de enfermedad.

No por sufrir una enfermedad de salud mental el matrimonio debe de separarse, pues la pareja puede mantener de la relación de forma saludable. Precisamente identificar la situación, tomar medidas y dedicarse a fortalecer la relación es la clave para poder mantener la relación sentimental.

El consejo es tener paciencia, no reaccionar mal ante posibles situaciones disfuncionales. Tomar decisiones a tiempo de la manera más cordial posible, pues recordemos que las patologías piscológicas pueden hacer más vulnerable y sensible a una persona a la comunicación de la decisión de separarse. Hay que tener tacto, no entrar en conflictos y buscar las soluciones más saludables para todos.

Régimen de visitas de padre o madre con problema de salud mental.

Deberemos de diferenciar caso por caso la edad y dependencia de los hijos y la patología de salud mental y el grado en el que afecta a la persona, para además la previsión de evolución futura.

Tendremos varias posibilidades:

  • Mantener el régimen de visitas establecido en los casos en los que la enfermedad sea compatible plenamente con el cuidado de los hijos o los hijos tengan la edad o madurez que permita el desarrollo normalizado de las visitas.
  • Establecer un derecho de visitas de la madre o padre que padece la enfermedad de salud mental en compañía de otra persona que sea responsable de velar por el correcto desarrollo de las mismas.
  • Suspender o retirar las visitas maternas o paternas, sin perjuicio de que se pueda relacionar con los hijos en presencia del otro progenitor o con personas de responsabilidad análoga.

De entre las enfermedades de salud mental más complicadas y difíciles de gestionar en el ámbito familiar citamos por ser desde nuestro punto de vista especialmente dura, la de el trastorno bipolar.

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